Cítricos
Los cítricos de consumo mas habitual son la naranja, la mandarina, el limón y el pomelo. Sin embargo, existen más frutas obtenidas de injertos realizados con arbustos cítricos.
Todos ellos se valoran especialmente por su alto valor nutritivo y su bajo contenido calórico. Consumidos en crudo se consideran las frutas más nutritivas.
El poder antioxidante de los cítricos reside en la vitamina C o ácido ascórbico, que impide el desarrollo de los radicales libres y retrasa el envejecimiento. Pero esta vitamina , entre otras funciones, también ayuda en la formación de colágeno, los huesos y los glóbulos rojos. Además, favorece la absorción del hierro y refuerza el sistema inmunitario, algo que resulta muy útil en los meses más fríos del año.
También destacan por su aporte de diferentes sales minerales, como potasio, sodio hierro, calcio, cobre, fósforo y magnesio. Poseen un alto contenido en agua y fibra, que favorecen el tránsito intestinal. Las pocas calorías que proporcionan proceden de azúcares fáciles de digerir.
Uso en la cocina
Los cítricos están entre los alimentos que mejor se aprovechan en la cocina, aunque también son conocidos sus usos medicinales y en el mundo de la cosmética. Se pueden usar con fines culinarios su pulpa, su zumo e incluso su cáscara.
La pulpa, además de consumirse como fruta fresca, se utiliza en ensaladas, caramelizada o en el almíbar para repostería, como acompañamiento de carnes -sobre todo cerdo y de aves-, para decorar platos... La carne de la naranja amarga se utiliza casi exclusivamente para hacer mermeladas, aunque también se preparan confituras con naranjas dulces.
Los zumos son la base de muchas salsas, cremas y aliños, donde sustituyen al vinagre, pero también se utilizan para dar sabor a gelatinas, helados o sorbetes.
Las cáscaras se pueden usar troceadas o ralladas, siempre sin la parte blanca porque resulta amarga. En trozos, normalmente, se emplean para aromatizar aceites y leche en repostería. En cuanto a la ralladura, tiene usos más variados: se emplea, entre otras preparaciones, para platos de carne, arroces y, por supuesto, diferentes postres. Una forma de conservarlas es secarlas. Para ello, se pueden dejar al sol un día u hornearlas 6 horas a 50°, removiéndolas a menudo para que no se quemen. Luego, es conveniente almacenarlas en un bote de cristal cerrado con tapa. De esta forma se conservan mejor y mantienen todo su aroma y sabor durante más tiempo.
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